Comencé a redactar estas cápsulas para expresar breves frases que yo le quería pronunciar al comenzar cada día por haber captado mi atención y atrapado mi corazón hasta que, en cuestión de una semana, asumí que esas palabras no eran necesarias ni esperadas ni deseadas ni eficaces en el plan de incentivar el acercamiento físico entre nosotros.
Dichas cápsulas, las imaginé en
comienzo para expresarle palabras bonitas, para alegrarle el día si estaba
triste, para darle ánimo si tenía algún desafío importante por afrontar y para
hacerle notar mi presencia y buena disposición, quizá con la intención de
parecer una gran persona o un magnífico ser, hablando desde el ego tal vez y no
tanto desde el alma como era mi pretensión y así, sin planearlo, terminé
redactando párrafos para mí mismo, evidenciando que estoy vivo, aquí y ahora, y
que voy en dirección hacia un lugar extraordinario: un punto de encuentro
conmigo mismo en un éxtasis prolongado de sueños de abundancia, prosperidad,
riqueza y viajes fabulosos.
Este ejercicio,
independientemente de resultar inútil para la idea inicial, resultó lindo,
entretenido y provisto de una inspiración que no quise acallar porque en cierto
modo era una manera de conectarme interiormente y expresar algo de lo que yo
soy y de aquello que usualmente no diría, pero que creo y pienso y que, aunque quizá
a nadie le interese, me nació escribir y tiene gran valor para mí porque es una
forma de acompañarme a mí mismo en situaciones diarias sin aparente relevancia,
pero significativas para mí.
En este proceso descubrí que
tenía “obesidad mental” por tanto conocimiento teórico sin aplicación
práctica y sin un impacto evidente en las distintas áreas de mi desarrollo
personal, con resultados muy poco halagadores y un futuro no tan promisorio.
Terminé de asumir que todo estaba por mejorar, lo cual era posible y necesario
porque no debía ser conformista y pude entender que, de no hacer algo, sería
sujeto de un estancamiento y una pronta y profunda decepción en los días por
venir.
También descubrí que no basta con
voluntad y esfuerzo mental en la búsqueda de prosperidad cuando mi cuerpo se
opone por cuenta de todos los traumas grabados en su memoria celular y
entonces, aunque desee algo con toda la fuerza posible, éste se resiste porque
no está dispuesto a vivir de nuevo los momentos desagradables que yo no
recuerdo, pero que mi cuerpo no ha olvidado. El cerebro olvida las experiencias
traumáticas, pero el cuerpo jamás.
Al parecer hay algo que yo estoy
pasando por alto y todavía no entiendo las señales de mi cuerpo, por lo que tuve
que optar por ayuda. Un par de años atrás fui a unas sesiones de hipnosis, pero
coincidí con una inexperta y salí muy decepcionado porque no logró hacerme
entrar en trance. En los meses más recientes intenté con un médico muy bien
recomendado y con actitud mucho más profesional que tampoco logró hacerme
entrar en trance, lo que indica que soy yo el que no facilito la experiencia y
que quizá hay algo tan turbio en mis recuerdos reprimidos, que mi mente se niega
con vehemencia ante la posibilidad de removerlos.
Y es acá donde noté que la
búsqueda de la prosperidad no es algo sencillo y se trata de un camino personal
en el que es muy conveniente evitar la comparación con otros. Este sendero no
es un cómodo y plano lecho de pétalos de rosas sino un cúmulo de rosales
tentando con hermosas flores, enraizados en una subida con alta pendiente, recordando
que hay que exhibir consciencia para no salir lastimado por espinas que representan
los traumas, miedos y bloqueos por superar, y dejando entrever que la
prosperidad es un premio cuando la riqueza material deja de ser el único
objetivo, porque no es posible ser rico en todas las áreas del desarrollo
personal sin un compromiso que implique el bienestar de toda la humanidad. Es
por eso por lo que quienes tienen solo dinero sienten un vacío espiritual que
no logran llenar con nada y son tan o más infelices que los pobres de mente que
se consideran a sí mismos como incapaces de producir lo esencial para
sobrevivir.
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